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lunes, 29 de mayo de 2017

Cuando la discapacidad se vive como una maldición.

Niños especiales, niños embrujados.

La misionera Mercè Garcia Hurtado, hermana de la caridad de Santa Ana que ejerce su ministerio en Korhogo (Costa de Márfil) y unos de sus principales trabajos es atender a las personas con problemas de salud nos explica la situación de un niño con problemas en su desarrollo tanto a nivel físico como psíquico y cómo está considerado un niño en una situación así.
Este niño nació en agosto de 2010 y vive en Katia (población senoufu) a cargo de su abuela y de su tío (hermano de su madre). La poligamia está al orden del día y su padre tiene tres mujeres y otros hijos, como este niño no es “normal” no se ocupan de él. Además, trabajan en la recolección del algodón en otra población.
Como su abuela es cristiana pidió ayuda hace un tiempo al Padre Eduardo, un misionero argentino que está en Tioro. El Padre Eduardo conoció a este niño porque lo llamaron para que fuera a visitar a un niño “poseído”. No solo lo visitó, sino que lo bautizó con el nombre de Eduardo.
El misionero argentino se percató rápidamente de que Eduardo tiene un doble retraso en su desarrollo, a nivel físico y psíquico. No anda, no aguanta la cabeza … necesita que le den de comer…
En Costa de Marfil estos niños “diferentes” como no son “normales como el resto” los llaman “niños serpiente”. Creen que no son hombres, sino que son o una serpiente o un “genio”, un espíritu.
La religión animista es la más seguida en el pueblo senoufu y los animistas creen en los espíritus. Los niños serpientes, como Eduardo (pueden ser también epilépticos, niños con síndrome de Down,…) para sus familiares son espíritus que “los acompañan”.
Acompañar en senoufo se llama “Torogó”. Es un eufemismo porque de lo que se trata en realidad es “de que se vayan” que desaparezcan. No los matan propiamente con el machete ni nada parecido, pero les practican un ritual místico.
Los padres de un niño discapacitado llevan al niño al poblado, que curiosamente es donde vive Eduardo, a Katia. Allí se encuentra “el viejo” o “marabú” que es la persona que practica el “ritual místico” y que ha recibido ese don “por herencia”.
El ritual consiste en aplicar unas hierbas o plantas cocidas en una calabaza (plantas que conocen muy bien y son abundantes en el medio donde viven, planta que tienen muchas propiedades, algunas incluso son venenosas). También esparcen agua sobre todo su cuerpo. 
Ellos creen que una vez esparcida el agua y untadas las hierbas sobre el cuerpo… si es una “serpiente” comenzará a moverse y se transformará en una cobra y entonces desaparecerá. Pero si es un “genio” comenzará a dar vueltas sobre sí mismo como un remolino y desaparecerá también. En cambio, si finalmente se trata de un hombre se quedará quieto como si nada y no desaparecerá el "espíritu" de ese cuerpo (la “maldición”) … Esta se queda y sus padres deben aceptarlo como un hombre y vuelve de nuevo con ellos a casa.
La hermana Mercè nunca ha asistido a un ritual de estos, pero se lo ha explicado un hombre que le fue practicado dicho ritual de los niños serpiente ya que su madre lo llevó a su espalda hasta los 7 años. Con él no funcionó ya que es un hombre. Pero si se hubiera tratado de una “serpiente” y por ello hubiera muerto “desaparecido” los padres no tendrían que haber llorado ni haber estado tristes, porque de hacerlo el niño “serpiente” o “genio” podría volver de nuevo en un próximo embarazo. Tienen que cantar, bailar y alegrarse y hacer una celebración en su casa. Para asegurar así que en un próximo embarazo se tratará de una persona.
Gracias al misionero P. Eduardo y a la hermana Mercé, el niño discapacitado está siendo atendido en todo momento como un enfermo más. Y su abuela está recibiendo ayuda y formación para poder atenderlo en casa.