Missioners per respondre a les necessitats educatives de nens i joves refugiats
Els missioners Miquel Cubeles i Andrés Porras treballen des de setembre en un projecte educatiu en el Líban, un país on hi ha un milió i mitjà de refugiats, dels quals més de 400.000 nens i joves.
Avui, se celebra la Jornada Mundial de les Missions, el Dia del Domund, en el qual es busca recolzar econòmicament i retre homenatge als missioners de tot el món -13.000 espanyols- que treballen en silenci i de forma gratuïta pels més necessitats.
Cubeles, nascut a Saragossa, de 59 anys, i Andrés Porras, mexicà, de 31 anys, pertanyen a dues congregacions diferents -maristas i de La Salle, respectivament-, però treballen en el projecte "Fratelli"- amb l'objectiu de respondre a les necessitats educatives de nens i joves refugiats en el Líban.
Animats per la trucada del Papa Francisco a deixar els seus llocs de confort i sortir a les perifèries, on la vida humana és més vulnerable, els religiosos van decidir que, davant el fenomen de la guerra a Síria i la gran quantitat de refugiats i desplaçats, Líban podia ser "un lloc de frontera on treballar".
En un comunicat de les Obres Missionals Pontifícies, reconeixen que la realitat libanesa és "complexa" i que han de "escoltar, veure i callar molt, al principi", per la qual cosa "la resposta i l'acció profunda no serà ràpida ni a curt termini.
En l'aspecte religiós, en el Líban coexisteixen les religions cristiana i musulmana, mentre que, des del punt de vista polític, fa més d'un any que han pogut aconseguir un acord per triar president, apunten.
Asseguren que encara està molt present al poble la guerra d'ocupació de Síria a Líban ocorreguda fa pocs anys, per la qual cosa ajudar als sirians no està ben vist per tots, encara entre els cristians, per qüestions afectives de familiars propers que es van veure involucrats en el conflicte.
D'altra banda, agreguen, hi ha una ruptura amb Israel, també per la guerra recent, que fa que les fronteres entre tots dos països estiguin tancades.
Milers de nens i joves refugiats en el Líban no poden estudiar, per la qual cosa "en el millor dels casos treballen, en el pitjor, vaguen pels carrers a la mercè de les drogues o altres grups que poden mal influenciar-los, o estan sense fer res a la seva casa", relaten.
Els religiosos sostenen que "la realitat descrita anteriorment fa que sigui difícil donar una atenció immediata i eficaç a aquests nens, però estem en camí i estem segurs que hi ha molt per fer".
En aquesta situació, ressalten, "podria ser difícil aportar molt per a algú que, com nosaltres, no coneix la cultura a fons o la llengua per comunicar-se, però hi ha un idioma universal que és igual o més efectiu: el de l'amor, és a dir, el de l'Evangeli".Tothom entén i agraeix un somriure, una broma, un joc o una salutació, indiquen abans d'assenyalar que "un missioner pot ser signe d'esperança i alegria en moments concrets del dia d'una persona que sofreix o que no és escoltada", a més de col·laborar en projectes d'atenció social, educativa o sanitària.
"Inserits en una ciutat de la perifèria de Beirut, avui molts dels nostres veïns són persones que viuen el drama del desplaçament a causa de la guerra. Compartim les seves angoixes i les seves esperances", confessen.
Madrid, 17 oct (EFE)
Proyecto Fratelli: una misión de todos
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Los misioneros Miquel Cubeles y Andrés Porras trabajan desde septiembre en un proyecto educativo en el Líbano, un país donde hay un millón y medio de refugiados, de los que más de 400.000 niños y jóvenes.
Hoy, se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Día del Domund, en el que se busca apoyar económicamente y rendir homenaje a los misioneros de todo el mundo -13.000 españoles- que trabajan en silencio y de forma gratuita por los más necesitados.
Cubeles, nacido en Zaragoza, de 59 años, y Andrés Porras, mexicano, de 31 años, pertenecen a dos congregaciones diferentes -maristas y De La Salle, respectivamente-, pero trabajan en el proyecto "Fratelli" -"Hermanos"- con el objetivo de responder a las necesidades educativas de niños y jóvenes refugiados en el Líbano.
Animados por la llamada del Papa Francisco a dejar sus lugares de confort y salir a las periferias, donde la vida humana es más vulnerable, los religiosos decidieron que, ante el fenómeno de la guerra en Siria y la gran cantidad de refugiados y desplazados, Líbano podía ser "un lugar de frontera donde trabajar".
En un comunicado de las Obras Misionales Pontificias, reconocen que la realidad libanesa es "compleja" y que tienen que "escuchar, ver y callar mucho, al principio", por lo que "la respuesta y la acción profunda no será rápida ni a corto plazo.
En el aspecto religioso, en el Líbano coexisten las religiones cristiana y musulmana, mientras que, desde el punto de vista político, hace más de un año que han podido alcanzar un acuerdo para elegir presidente, apuntan.
Aseguran que todavía está muy presente en el pueblo la guerra de ocupación de Siria a Líbano ocurrida hace pocos años, por lo que ayudar a los sirios no está bien visto por todos, aún entre los cristianos, por cuestiones afectivas de familiares cercanos que se vieron involucrados en el conflicto.
Por otro lado, agregan, hay una ruptura con Israel, también por la guerra reciente, que hace que las fronteras entre ambos países estén cerradas.
Miles de niños y jóvenes refugiados en el Líbano no pueden estudiar, por lo que "en el mejor de los casos trabajan, en el peor, vagan por las calles a merced de las drogas u otros grupos que pueden mal influenciarlos, o están sin hacer nada en su casa", relatan.
Los religiosos sostienen que "la realidad descrita anteriormente hace que sea difícil dar una atención inmediata y eficaz a estos niños, pero estamos en camino y estamos seguros de que hay mucho por hacer".
En esta situación, resaltan, "podría ser difícil aportar mucho para alguien que, como nosotros, no conoce la cultura a fondo o la lengua para comunicarse, pero hay un idioma universal que es igual o más efectivo: el del amor, es decir, el del Evangelio".
Todo el mundo entiende y agradece una sonrisa, una broma, un juego o un saludo, indican antes de señalar que "un misionero puede ser signo de esperanza y alegría en momentos concretos del día de una persona que sufre o que no es escuchada", además de colaborar en proyectos de atención social, educativa o sanitaria.
"Insertados en una ciudad de la periferia de Beirut, hoy muchos de nuestros vecinos son personas que viven el drama del desplazamiento a causa de la guerra. Compartimos sus angustias y sus esperanzas", confiesan.
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Los misioneros Miquel Cubeles y Andrés Porras trabajan desde septiembre en un proyecto educativo en el Líbano, un país donde hay un millón y medio de refugiados, de los que más de 400.000 niños y jóvenes.
Hoy, se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Día del Domund, en el que se busca apoyar económicamente y rendir homenaje a los misioneros de todo el mundo -13.000 españoles- que trabajan en silencio y de forma gratuita por los más necesitados.
Cubeles, nacido en Zaragoza, de 59 años, y Andrés Porras, mexicano, de 31 años, pertenecen a dos congregaciones diferentes -maristas y De La Salle, respectivamente-, pero trabajan en el proyecto "Fratelli" -"Hermanos"- con el objetivo de responder a las necesidades educativas de niños y jóvenes refugiados en el Líbano.
Animados por la llamada del Papa Francisco a dejar sus lugares de confort y salir a las periferias, donde la vida humana es más vulnerable, los religiosos decidieron que, ante el fenómeno de la guerra en Siria y la gran cantidad de refugiados y desplazados, Líbano podía ser "un lugar de frontera donde trabajar".
En un comunicado de las Obras Misionales Pontificias, reconocen que la realidad libanesa es "compleja" y que tienen que "escuchar, ver y callar mucho, al principio", por lo que "la respuesta y la acción profunda no será rápida ni a corto plazo.
En el aspecto religioso, en el Líbano coexisten las religiones cristiana y musulmana, mientras que, desde el punto de vista político, hace más de un año que han podido alcanzar un acuerdo para elegir presidente, apuntan.
Aseguran que todavía está muy presente en el pueblo la guerra de ocupación de Siria a Líbano ocurrida hace pocos años, por lo que ayudar a los sirios no está bien visto por todos, aún entre los cristianos, por cuestiones afectivas de familiares cercanos que se vieron involucrados en el conflicto.
Por otro lado, agregan, hay una ruptura con Israel, también por la guerra reciente, que hace que las fronteras entre ambos países estén cerradas.
Miles de niños y jóvenes refugiados en el Líbano no pueden estudiar, por lo que "en el mejor de los casos trabajan, en el peor, vagan por las calles a merced de las drogas u otros grupos que pueden mal influenciarlos, o están sin hacer nada en su casa", relatan.
Los religiosos sostienen que "la realidad descrita anteriormente hace que sea difícil dar una atención inmediata y eficaz a estos niños, pero estamos en camino y estamos seguros de que hay mucho por hacer".
En esta situación, resaltan, "podría ser difícil aportar mucho para alguien que, como nosotros, no conoce la cultura a fondo o la lengua para comunicarse, pero hay un idioma universal que es igual o más efectivo: el del amor, es decir, el del Evangelio".
Todo el mundo entiende y agradece una sonrisa, una broma, un juego o un saludo, indican antes de señalar que "un misionero puede ser signo de esperanza y alegría en momentos concretos del día de una persona que sufre o que no es escuchada", además de colaborar en proyectos de atención social, educativa o sanitaria.
"Insertados en una ciudad de la periferia de Beirut, hoy muchos de nuestros vecinos son personas que viven el drama del desplazamiento a causa de la guerra. Compartimos sus angustias y sus esperanzas", confiesan.
Madrid, 17 oct (EFE)
