Testimonio misionera Isabel Correig en el Congo
"Cuando tenía 18 años sentí la vocación misionera, comprendí que Dios me invitaba a seguirle. Llena de gozo, respondí a su llamada: “Sal de tu tierra…” (cfr. Gen 12,1). Y lo dejé todo: patria, familia, amigos…
Geográficamente salí de mi tierra y entré en otra tierra, el Congo. País muy lejano, otra raza, otra mentalidad, otras costumbres… Me sentía enviada como testigo del amor de Dios y me situé como hermana de los congoleses. Comprendí que lo más importante no era tanto “hacer cosas” sino compartir la vida en actitud de dar y recibir. El espíritu misionero me permitió entrar en una dinámica de fraternidad universal.
Después de 45 años de vivir en el Congo me siento congolesa con los congoleses y al mismo tiempo profundamente catalana. Porque creo que es en la medida en que uno tiene clara su identidad y sus raíces que puede abrirse a otras culturas. Tengo también la experiencia de lo que dice Jesús (cfr. Mt 19,29): “Aquel que en mi nombre deja casa, padres, hermanos… encontrará el céntuplo…”
Todos estamos invitados a “salir de nuestra tierra”, es decir salir de nosotros mismos para ir al encuentro del otro.
Como cristianos, todos somos misioneros. Con gestos de ternura y de misericordia podemos hacer comprender al otro que Dios le ama, porque ¿cómo podríamos hablar del Dios que es amor y que está presente en nuestras vidas, si el otro no siente una presencia humana?
El gozo de Jesús resucitado nos transforma y nos hace capaces de acoger al otro y de podernos maravillar ante la naturaleza y toda la creación."
María Isabel Correig
Misionera diocesana