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viernes, 31 de julio de 2020

HERMANOS POR ENCIMA DE TODO

La inédita jornada conjunta por la paz convocada para los creyentes de todas las religiones ha puesto de manifiesto que el Documento sobre la Fraternidad Humana, firmado por el Papa y el Gran Imán de Al-Azhar, no fue un hecho puntual. Se está forjando un vínculo relacional entre las confesiones que se vive con la misma intensidad en los ámbitos de liderazgo, en los espacios académicos y, por supuesto, en la misión.

Ni ajeno ni lejano. Cada vez que Lourdes camina entre la gente por las calles de Argel, acompaña a un enfermo a pie de cama o reza por alguno de sus vecinos, está rubricando con su vida el “Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común”, sellado por el papa Francisco y el gran imán de Al-Azhar, Ahmad Al Tayeb, el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi.
“La única finalidad de estar aquí es hacerlo realidad”, expresa esta agustina misionera, que lleva 48 años en Argelia. “Este texto lo hemos trabajado mucho en la Iglesia, en general, y en particular en nuestra comunidad”, añade Lourdes Miguel Matilla, convencida de que “haber recibido estas directrices del Santo Padre es muy importante, porque pone por escrito lo que los misioneros y tantos cristianos estamos viviendo en países de confesión musulmana”.
Lejos de convertirse en papel mojado, más de un año después, esta declaración conjunta se está consolidando como hoja de ruta para todas las religiones del planeta. Así se ha puesto de relieve con la jornada de oración, ayuno y obras de misericordia celebrada el pasado 14 de mayo, una iniciativa inédita hasta la fecha. Un rezo global contra una pandemia global. Y es que, solo las cinco grandes religiones, se estima que representan 6.850 millones de personas y el 66% de la población del planeta. Convocada por el Alto Comité de la Fraternidad Humana, el Papa se erigió en abanderado de esta causa, que bautizó como “un día de fraternidad, mirando al único Padre”. 
Entre los hallazgos que para esta consagrada tiene este movimiento que va más allá de la cooperación humanitaria, se encuentra la invitación “a conocernos mutuamente, puesto que solo cuando das el paso a conocer al otro y dejarte conocer es cuando eliminas los prejuicios y descubres al otro como hermano”. Así, en su caso, implica entablar “no tanto un diálogo intelectual, sino de relación en lo cotidiano”. “Puede que lo que crees no tenga nada que ver a priori con el otro, pero te identificas con sus valores y sus preocupaciones como punto de partida para establecer un vínculo humano y un sentido de reciprocidad que lleva al compromiso mutuo”, comenta a partir de su experiencia.
La comunidad de estas ocho agustinas misioneras de Argel hace realidad el hermanamiento lo mismo en las guarderías del Estado, que en un espacio de apoyo escolar o en Cáritas diocesana. Lourdes es voluntaria en un centro hospitalario con 3.000 camas. Su vida laboral la ha pasado allí y ahora continúa por petición del propio personal médico. “Soy la única cristiana en todo el edificio”, sentencia. “No conozco otro lugar de misión; llegué aquí sin haber hecho siquiera los votos perpetuos”, explica la religiosa, que sufrió de cerca el martirio de Esther y Caridad, las dos agustinas asesinadas en 1994 y beatificadas en diciembre de 2018.
Consciente de las limitaciones que en principio conlleva vivir en un país de minoría católica, considera que “no hablamos con la gente de nuestros dogmas, pero sí conversamos con ellos de Dios más que en cualquier corrillo diario en España”. Un sentido de la trascendencia que también se lleva a la oración: “No es difícil imaginar cómo juntos estamos rezando para que el coronavirus pase, y juntos nos ponemos en manos de Dios, sobrepasando cualquier diferencia”.
“Cada vez que viene alguien de fuera a visitarnos –detalla–, se asombra de cómo es nuestro intercambio de sonrisas, y de nuestro saludo con el panadero, con el barrendero... Somos más que vecinos. Nos cuidamos en lo cotidiano y formamos parte de este pueblo. Sin darnos cuenta, poniendo en común lo pequeño, vamos formando esa familia humana”, aprecia Lourdes. “El cruce de mensajes y llamadas en estos días es constante”, aterriza: “Al terminar el ramadán, es para ellos tiempo de reconciliación, y buscan visibilizarlo con aquellos a los que quieren. Nosotros también buscamos hacerles partícipes inmediatamente después de la alegría de Pentecostés”.

Compañeros de viaje
“El Documento sobre la Fraternidad constituye una llamada universal para toda la humanidad, pero de una manera especial es cierto que el misionero vive en unas fronteras reales y existenciales donde se hace palpable de una manera más directa y profunda”, valora el cardenal Miguel Ángel Ayuso. El prefecto del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso aplaude la capacidad de los llamados a la evangelización ad gentes para “ir al encuentro ni con imposición ni con rechazo”. Por otra parte, subraya asimismo que, “en nuestras sociales, donde el pluralismo y la libertad religiosa han adquirido una dimensión notable”, hoy esto “nos lleva a todos a promover esta experiencia de reconocernos diferentes, pero a la vez unidos, sabernos hacer compañeros de viaje de todo ser humano en el camino a la verdad”.
Lo cierto es que, si alguien sabe del camino recorrido antes y después de Abu Dhabi, es este misionero comboniano, que ha dedicado toda su trayectoria a estrechar esos lazos que ahora parecen más fortalecidos que nunca. “No podemos ignorar que en el mundo haya varias religiones, lo que no quiere decir que todas sean iguales ni que caigamos en un relativismo”, matiza el purpurado, para remarcar que “la unidad es fundamental y se presenta como un primer valor que se ha puesto de manifiesto ante la crisis del coronavirus, con tantas iniciativas conjuntas surgidas a través de esa jornada de oración, ayuno y misericordia”.
Para lograrlo, no hay recetas, pero sí lo que Ayuso denomina “el trípode de la unidad, la solidaridad y la fraternidad”. “Así es como nace una relación respetuosa y fraterna entre líderes y autoridades públicas, organizaciones civiles y religiosas, exponentes del pensamiento..., que desembocan en una cultura del diálogo y de la ternura que venza todo fundamentalismo y confrontación, que se abra paso entre tantas injusticias y tantos silencios inaceptables de la comunidad internacional”, añade el responsable vaticano del diálogo interreligioso. 
Esta premisa lleva al Card. Ayuso a afirmar que “tenemos que vivir en un espíritu de solidaridad: con nuestras diferencias –no a pesar de ellas–, tenemos que defender una vida digna para todos, la plena ciudadanía para todos, la familia como núcleo fundamental, los derechos de las mujeres, la protección de los niños y los mayores...”. 
En este sentido, dentro del drama y la tragedia provocada por el coronavirus, lo considera un revulsivo “para remendar y reconstruir este mundo, para ser creativos, de manera que no nos dejemos llevar por el desánimo, sino que, a través de un proceso pedagógico, desde unos valores éticos, animemos a los hombres y mujeres de hoy y del mañana a respetar la sacralidad de la vida desde las diferentes confesiones religiosas, y podamos reconstruir la paz mundial”.
Por eso, cree que en el aula se encuentra una de las líneas de acción más necesarias para aterrizar esta alianza. Así esta podrá ser “guía para las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco bajo el mismo sol del Dios único al que adoramos, pero creyendo de manera diversa”.

Cambio de época
El rector del Ateneo Universitario San Pacià de Barcelona, Armand Puig, no tiene duda de que tanto la declaración de Abu Dhabi como la reciente jornada de oración por la paz “son reflejo de algo que está moviéndose”. En este sentido, marca como hito el viaje de Francisco a Egipto en 2017. “Tuve la suerte de estar allí, como invitado de la Comunidad de Sant’ Egidio, participando en una conferencia preparatoria a la llegada del Papa, en que estuvimos trabajando sobre la interpretación de los libros sagrados desde la perspectiva de la paz”, recuerda. Precisamente esta premisa es la que luego se traduciría en el abrazo entre Jorge Mario Bergoglio y Ahmad Al Tayeb. “Es un abrazo tan histórico como el de Pablo VI con Atenágoras en 1964. Si aquel fue un punto de no retorno para el ecumenismo, este supone un punto de no retorno para el diálogo interreligioso. Es el abrazo de toda la humanidad, porque, hoy por hoy, la mayoría de la humanidad se define por una de estas dos confesiones”, dice el investigador. 
Puig admite que “Al Tayeb no es el «papa» del islam, pues no tiene una autoridad canónica como Francisco para los católicos, pero sí es el líder más importante de la corriente sunita, y de alguna manera sí tiene una autoridad en cuanto que representa al gran centro del estudio del Corán con sede en El Cairo”.
Respecto al Documento sobre la Fraternidad, el rector subraya tres aspectos. Por un lado, el hecho de cómo “la fe, por sí misma, es reconocimiento del otro”, considerando como una frase paradigmática aquella en que arranca el escrito: “La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano”. Por otro, el reconocimiento de “la cultura del diálogo como camino, la colaboración como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio”. “Cada religión tiene su propio camino, pero sí encontramos lo que podemos denominar estas «sintonías» que islam y cristianismo pueden recorrer juntos”, apostilla. Pero, sobre todo, Puig pone en valor cómo presenta a Dios y la paz como sinónimos. “Que ahora podamos encontrarnos en el discurso de la no conexión entre religión y violencia supone un cambio de época”, destaca, haciendo hincapié en el mensaje que Al Tayeb lanza a los fundamentalistas: “Habrá quien diga que el islam incita a matar al infiel, pero el Gran Imán da un salto: no solo no le mato, sino que me abrazo con él”. 
Artículo firmado por JOSÉ BELTRÁN, en Revista Misioneros Tercer Milenio, num. 206, Junio 2020