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viernes, 17 de julio de 2020

Las OMP, presente y futuro

El pasado mayo el papa Francisco ha hecho público un mensaje a los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias, que se deberían haber reunido en Asamblea General en Roma ese mes; encuentro que no se ha podido celebrar por efecto de la pandemia. 

Lo que el Santo Padre no ha querido “cancelar”, sin embargo, es lo que su corazón albergaba sobre el presente y futuro de esta institución tan de la Iglesia y tan suya.
Y qué mejor que ofrecer a esta organización al servicio de la misión en el mundo un conjunto de “criterios y sugerencias” sobre la labor evangelizadora a la que está llamado todo bautizado. Una tarea que se sustenta en la fe en Jesús, defensor de los pobres y oprimidos, voz de los silenciados, misericordioso con los injustamente tratados, que dio su vida por la salvación de toda la humanidad. Porque “la fe –apunta el Papa– es testimoniar la alegría que nos da el Señor”.

Cuando uno dispone de tan precioso y atrayente regalo, que no le ha costado nada, lo lógico es continuar con la esencia y alma de ese don y ofrecerlo desde la “gratitud y gratuidad”. 
Dios no tiene bolsillos, no nos pide a cambio una adhesión forzada. Jesús no hace proselitismo: “Seguimos a Jesús y anunciamos su Evangelio por esto: por la fuerza de atracción que ejercen el mismo Cristo y su Espíritu”. Y si uno posee algo que considera que es indudablemente beneficioso para toda la humanidad, lo lógico es compartirlo; necesitamos que lo experimenten los demás, la comunidad. “Un gozo como ese no nos lo podemos dar nosotros solos”. Y además debemos ofrecerlo desde la “humildad”. ¿O acaso Jesús se mostró alguna vez arrogante y ostentoso?...

En este caminar juntos con la alegría del Evangelio, tampoco es cuestión de poner obstáculos a los que se quieran sumar. “La Iglesia –afirma Francisco– no es una aduana”. No impongamos “caminos de formación sofisticados y pesados para gozar de aquello que el Señor da con facilidad”. Hay que mantener las puertas abiertas de par en par; para dejar entrar y también para favorecer el estar “en salida”, ligeros de equipaje, sin necesidades superfluas que lastren el impulso misionero. “El anuncio de salvación de Jesús llega a las personas allí donde se encuentran y así como son en la vida de cada día”. Sin olvidar, además, que, en este ofrecerse hay una “predilección por los pobres y los pequeños”. “No es algo opcional en la Iglesia”, concluye Francisco.
Si estos son los principios que sustentan la misión, las OMP, que son un “instrumento de servicio para sostener a las Iglesias particulares en la obra del anuncio del Evangelio”, deben evitar ser consideradas “un objeto de posesión”, mirarse solo a sí mismas, aisladas del pueblo, con ansia de poder y mando, elitistas, sin contacto con la realidad y centradas solo en la eficacia. Esto sería ir en contra de su función, dinamitarla.
Las OMP se deben caracterizar por “compartir el amor a la Iglesia, reflejo del amor a Cristo, vivido y manifestado en el silencio, sin jactarse, sin delimitar el «terreno propio»; con un trabajo cotidiano que se inspire en la caridad y en su misterio de gratuidad; con una obra que sostenga a innumerables personas interiormente agradecidas, pero que quizás no saben a quién dar las gracias, porque desconocen hasta el nombre de las OMP”. Con estas cualidades, no tengamos miedo de caminar juntos por el presente y futuro de estas Obras."